LA MAR

Se desliza entre mis pensamientos. Cálida y serena como una fuente inagotable de misticismo, alborotándose entre la nada… El oleaje lleva y devuelve a la orilla mis más primitivos pensamientos, aquellos donde el amor se acomoda como un suspiro doliente, que se pierde entre una caracola de espuma y viento, aullidos de un afonía profunda.
En su desnudez me acaricia el alma, y me trae con su vaivén un cargamento de nostalgias, de historias no vividas y quizás soñadas; reminiscencias de un pasado añorado y un futuro deseado e incierto que se desliza como una serpiente entre las rocas de mi ser.
La mar, tan condescendiente siempre con los ausentes, con los nostálgicos, con los que llenan con sus lágrimas la orilla recordando el desamor… Entonces nos arrima con su oleaje hacia esa paz infinita que conserva nuestra intrascendental existencia y nos reviste de seres de carne y hueso que nacen y mueren ante la plenitud de su angostura y su infinitud.
De noche se hace mágica y nos envuelve de nuevo tenuamente con un manto de encanto, de intriga y de recelo, como el amante despechado que busca con furia lo perdido y nos invita vagamente a sumergirnos para siempre entre sus encantos, como una sirena cuando alza sus cantos para atraernos hasta lo más profundo del océano. Su ser sobrenatural me impulsa a destripar la vida, a analizar lo eterno y soñar con lo etéreo; lo sublime de la existencia.
Este verano me acercaré de nuevo a ella para estrecharme entre sus cristalinas aguas y volver a encontrarme con mi ser; aquel que se esconde entre miles de máscaras para resultar más bella y condescendiente.
Cuento las horas para encontrarme y para que me encuentres, desenmascares mi esencia y me subas en volandas hasta lo eterno…