Conocía poco de su faceta profesional, pero el flamenco puro le corría por las venas desde su nacimiento. Hijo del gran cantaor Fernando Terremoto, y con la enorme carga moral que ello representaba, supo abrirse por méritos propios una carrera brillante que todavía tenía mucho que decir.
La injusticia del destino le deparó una dura enfermedad de la que supe por un buen amigo hace tiempo y que ayer se lo llevó para siempre. Tuve el placer de conversar con él hace unas semanas en el transcurso de un acto público en la ciudad y gocé de sus palabras y de sus firmes proyectos de futuro. Me habló de su nuevo disco... pero tuve el pálpito de que su enferma voz le delataba. Su actitud me resultó la de un hombre cálido, sencillo y sereno; humilde y trabajador y sobre todo enamorado de su profesión, que encumbró el nombre de Jerez y del arte de esta parte del sur de España.
Sin embargo, dicen los que los conocían a fondo que la decadencia vital de Fernando había comenzado, y esa sexta intuición que tenemos las mujeres me hizo presagiar su cruel final; de cuerpo presente pero el alma en el aire...
Su nombre pasará a la historia y engrosará los grandes libros del flamenco, de la historia de Jerez y de la saga de una familia de grandes artistas. Pero ahora su vida ha dado paso al mito, a pesar de su juventud y de su proyección artística creciente. El Festival de Jerez lo homenajeará en esta edición donde ya no estará.... Descansa en paz Fernando.
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