15 de noviembre de 2009

A TÍ, ARIANA
Este 15 de noviembre es especial para mí, y para la persona que llena en la actualidad mi vida. Hace 4 años a esta hora hacía frente a mi maternidad y al inicio de una nueva vida donde ella lo impregna todo, mis días y mis noches; mis sueños y mis anhelos; mis preocupaciones y mis desventuras. Dos historias en paralelo unidas por la consanguinidad y por un sentimiento mutuo a prueba de bomba, capaz de levantar el mundo y a la vez de sumirlo en mil pedazos. Ariana es un cielo azul plagado de hermosos destellos; aquellos que con una sonrisa hacen desaparecer la pesadumbre de una vida a la que todos nos enfrentamos en igualdad de condiciones: unos para ser felices y otros para sufrir. Sin embargo la filiación es un hecho que constata lo que las mujeres somos desde el origen de los tiempos y que entronca con nuestras primitivas ansias de protección, y el papel de criadoras y de madres. A ello unimos en estos tiempos de locos el trabajo, que nos priva del tiempo necesario al lado de nuestros hijos; y un decálogo de múltiples responsabilidades que nos dan consciencia de género y del largo camino aún por recorrer y que personalmente ando cada día con el deseo de que lo que algunos han llamado `empoderamiento de las mujeres´sea un derecho y no una exigencia social. A ella, a mi hija, dedico hoy estas líneas...

Blanca y cálida piel de luna
que sucumbes con tu abrazo mis sentidos
y con tu cabello de oro enredas mis sentimientos.

Eres pasión y ternura,
madurez revestida de ángel
que vigilas entre suspiros mis sueños y mi vida,
acariciando con sabias lecciones las estructuras de mi ser.

Bastón de mis manos y guía de unos ojos
que con orgullo descubren cada día la aventura de verte crecer;
de acariciar tu alma menuda y tu corazón inmenso de niña
que los años martillearán con alegrías y tristezas...

Un latinazgo vestido de rosa y púrpura
que me llamas entre sueños y espabilas mis horas,
que enmudeces mi llanto y multiplicas mi risa
y endulzas los momentos con el azúcar de tus besos.

A tí,
a mi sustento y mi delirio.
A mi razón de ser
y al ser de mi razón
que enamoras al mundo con una sonrisa
encauzando mi senda sinuosa.

Gracias por existir... Siempre te echo de menos.

1 comentario:

merce dijo...

Esa es una de las mejores razones para vivir que exsiten