29 de octubre de 2009

LA DIGNIDAD DE UN POETA

Le llamaban el poeta del alma. Al escritor de Orihuela un tribunal militar franquista lo condenó por "chivato traidor" en las postrimerías de la Guerra Civil. Ahora, casi 70 años después su familia pide que se le rehabilite su honor y dignidad. A nadie se le había ocurrido antes, y es lo más importante que hasta la fecha se ha hecho por Miguel Hernández", confesó, emocionada, Lucía Izquierdo, nuera del poeta, al presentar esta semana dos iniciativas de la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante.
La primera arrancó con la presentación de una petición formal, a la Subdelegación del Gobierno, para que el Ministerio de Justicia públicamente "repare y reconozca la condena injusta" del poeta, al igual que se ha hecho con Lluís Companys, ex presidente de la Generalitat. Y la segunda, más compleja y ardua, es la presentación de un recurso de revisión de sentencia firme ante el Tribunal Supremo que "revise y anule" su condena a muerte. "Pretendemos que su inocencia sea pública, jurídica y oficialmente reconocida", explicó Enrique Cerdán Tato, en nombre de la Comisión.
El poeta del pueblo fue condenado a muerte por un Tribunal Militar el 18 de enero de 1940 por ser un "chivato traidor", y "por escribir versos y ser el poeta del pueblo". El dictador según desvelaron, no quería que Hernández se convirtiera en "otro Lorca", y por eso aceptó conmutar su pena de muerte por 30 años de cárcel. El poeta falleció en una cárcel miserable de Alicante de tuberculosis dos años después.El próximo año se celebrará por todo lo alto el centenario del nacimiento de un poeta cuya sentencia de muerte, por incomprensible que parezca, sigue vigente.
Sus versos, aún hoy siguen siendo el mejor testimonio de la sensibilidad de un hombre que luchó por la democracia y por la justicia social; un poeta que siendo hombre sintió en su piel la mayor de las crueldades de quienes enarbolan la intransigencia por bandera: la privación de la libertad. Este poema suyo siempre me conmovió; aquel en el que aludía a su dificil paternidad entre rejas y donde lamentaba amargamente el sabor a cebolla y a pobreza que desprendían los senos de la madre que amamantaba a su hijo...


NANAS DE LA CEBOLLA


La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda.
En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.
Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso.
Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio.
Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea.
Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor.
La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera!
Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes.
Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro.
Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

Miguel Hernández, 1939





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